En muchas partes del mundo, durante los largos inviernos, puede suceder que uno se encuentre en zonas donde el Sol no llega. Este fenómeno astronómico llamado Noche Polar, ocurre durante el período invernal en áreas por encima del Círculo Polar Ártico y por debajo del Círculo Polar Antártico: debido a la inclinación del eje de la Tierra, el Sol permanece bajo el horizonte durante varios días, con una duración que varía según la latitud. Cuanto más al norte te encuentres, antes comienza la noche polar y más tarde termina.

Es evidente, al mirar el mapa, que las áreas cerca de los Polos y algunas regiones al norte de los continentes están acostumbradas a convivir con estos fenómenos, que en muchos casos son los aspectos más característicos de lugares donde también se puede disfrutar de la aurora boreal.

Pero ¿qué sucede cuando el Sol no llega debido a que te encuentras en una zona montañosa particular? Este es el caso de Viganella, un pueblo en el Valle de Antrona, un valle piamontés que limita con Suiza, y que debe su nombre a su apariencia majestuosa pero sombría: las montañas circundantes impiden la luz solar directa en la zona durante todo el período invernal, desde principios de noviembre hasta principios de febrero.

Esto era normal para el pueblo hasta el 17 de diciembre de 2006, cuando Viganella decidió desafiar los dictados de la naturaleza circundante: robó el Sol.

Todo comenzó en 1999, durante la reurbanización de la plaza principal. El alcalde de la época, Franco Midali, se acercó al arquitecto experto en gnomónica, Giacomo Bonzani, con una pregunta inusual: “¿Cómo podemos tener el sol en nuestra plaza incluso en los oscuros días de invierno?”

La idea pionera que surgió de esa conversación se convirtió en un proyecto increíble. Siete años de arduo trabajo y una inversión de alrededor de 100,000 euros llevaron a la creación de un espejo gigante, de 40 metros cuadrados, colocado aguas arriba del pueblo a una altitud de 1050 metros. Este espejo se mueve automáticamente, siguiendo el movimiento de la Tierra, y refleja la luz solar directamente en la plaza del pueblo durante al menos 6 horas al día. Es como si Viganella hubiera robado un pedazo del cielo y lo hubiera dirigido directamente a su plaza.

Este espejo mágico, sin embargo, no es el resultado de hechizos, sino de la visión y determinación de un alcalde y un arquitecto. Su construcción fue un triunfo de la ingeniería y la creatividad, un homenaje a la luz del sol que ha iluminado las vidas de los habitantes de Viganella durante siglos. El mecanismo no está exento de desafíos, requiriendo un mantenimiento constante, pero su fama internacional es un testimonio de su calidad y la ingeniosidad detrás de su creación. Incluso puede posicionarse verticalmente durante la noche para evitar la acumulación de nieve y polvo, mientras que durante el verano se fusiona con la naturaleza circundante.

Este logro extraordinario adquiere un significado aún más profundo cuando se consideran los siglos en los que la comunidad de Viganella vivió en la oscuridad, compuesta principalmente por mineros, carboneros y fundidores. La luz del sol, además de proporcionar calor, trae consigo la alegría de vivir y el deseo de socializar, celebrado en el último día oscuro en el pueblo, la Fiesta de la Candelaria.

Viganella, ahora parte del municipio de Borgomezzavalle después de una fusión con Seppiana en 2016, es una joya escondida entre las montañas de Piamonte. A menos de dos horas en coche de la bulliciosa Milán, este tranquilo pueblito representa un logro humano extraordinario que robó el sol para llevarlo donde más se necesita.

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